CUIDEMOS EL PLANETA
Con frecuencia, escuchamos esa frase expresada con convicción y altruismo por gente de buena voluntad que considera haber entendido cuán dañinas pueden ser para la Tierra, las actividades humanas.
Sin embargo, una rápida reflexión geológica nos muestra que, aún con sus altibajos, nuestro planeta vive saludable desde que nació, hace 4,570 millones de años. Y probablemente seguirá así en adelante por un período similar, hasta que su sustento – el Sol – deje de brillar o la engulla.
¡Embates ha sufrido, la Tierra! Aún no se había enfriado suficiente para formar una proto-corteza, cuando a 4,470 Ma, un tremendo impacto le sacó un enorme trozo que fue a formar la Luna. Luego de ello, recibió una incesante lluvia de meteoritos, de diversos tamaños, que amainó alrededor de 3,800 Ma, pero que craterizó su superficie dejándole una faz similar a las de Mercurio, Marte o la propia Luna. Pero, gracias a su energía interna se repuso, renovó su atmósfera, se vistió de un océano azul. La viva interacción entre las fuerzas internas levantando relieves y las externas erosionándolos hasta la peneplanicie, pronto se vio acompañada de otra vida, aquella orgánica. Esta evolucionó rápidamente desde microorganismos alrededor de fuentes hidrotermales submarinas, pasando por cianobacterias hasta llegar más de 5,000 millones de especies diversas de animales y vegetales que lograron vivir en nuestro planeta, la mayoría ahora extinta. La Tierra ha soportado calentamientos extremos, como los del Paleozoico y del Eoceno con temperaturas medias de 14° sobre las actuales y una edad del hielo con una docena de glaciaciones a una media global de – 4° en el Cuaternario. Nuestro planeta es fuerte es poco probable que podamos destruirlo.
El Homo sapiens apareció sobre la Tierra hace unos 150 mil años, colonizando progresivamente la superficie de todos los continentes. Desde entonces, se volvió un agente geológico más. Así, desarrolló la ingeniería para levantar edificaciones, manejar los cursos de agua y aprovechar los recursos naturales, y creó tecnología que le ayudaría a mejorar su estilo de vida, allí donde se asentó. Pero, claramente no prestó suficiente atención a los efectos secundarios de este desarrollo que, en general fueron pobremente manejados. Y no es hasta hace pocas décadas atrás que la humanidad se percató que había afectado e impactado aquellos sistemas naturales que le proveían recursos y servicios: los ecosistemas. Y esto, al punto que la Tierra generosa fue imposibilitada en muchos casos de seguir brindándolos.
Es apenas en 1987 que las Naciones Unidas emitieron el informe Our Common Future que da cifras sobre los impactos mal manejados y expresa la preocupación por el rumbo que esto había tomado y los efectos a venir. Esto dio lugar a la primera gran cumbre Río 1992 y luego a una serie de acuerdos, compromisos y políticas tendientes a corregir el rumbo dirigiéndolo hacia uno que garantice las condiciones para que las futuras generaciones puedan vivir sobre el planeta. No obstante, no escapa al conocimiento general que muchas de las propuestas globales colisionan con intereses propios de países individuales, algunos de cuyos líderes acuden incluso al negacionismo basado en anti-ciencia para sustentar sus estrategias.
El calentamiento global, debido a una oscilación cíclica natural, pero claramente acelerado por el hombre al emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera, es el motor del Cambio Climático actual, que se manifiesta como una serie de modificaciones de los patrones atmosféricos: movimiento de masas de aire y distribución de presiones, temperaturas y precipitaciones, a escalas regional y local. Estas modificaciones producen: a) el incremento de eventos extremos climáticos repentinos e intensos: lluvias, heladas, sequías, olas de calor y huracanes, entre otros que conllevan alto riesgo de causar desastres “instantáneos” y b) cambios lentos y acumulativos en los ecosistemas que los degradan afectando directamente la vida en ellos: elevación del nivel del mar, acidificación de océanos, desertificación, salinización de suelos, erosión y pérdida de suelos, pérdida de bosques y de biodiversidad, expansión de vectores de plagas y epidemias, y más.
Los profesionales de la naturaleza, Tierra, Agua, Atmósfera, Biosfera, tenemos un rol claro, dada la perspectiva, en espacio y tiempo, con que podemos apreciar la dinámica del sistema Tierra. Nos toca participar en la comprensión de los fenómenos para contribuir en: a) la gestión del riesgo de desastres, b) la gestión del cambio climático y c) la gestión de la contaminación ambiental, tres procesos distintos, aunque cercanamente relacionados. Es ahora bien comprendido que solo un conocimiento firme – científico y técnico – sirve de base para la toma de decisiones acertadas en cualquiera de los ámbitos donde nos toque trabajar: empresarial privado, gestión pública o en el social-político.
Cuidemos nuestro entorno de vida, compatibilicemos la producción con el ambiente para que su gestión sea sostenible en el tiempo. La Tierra seguirá cuidándose sola y quizás pronto nos diga: “Gracias por su visita a este planeta, por favor no se vaya dejándolo muy sucio”.
José Macharé O. / para Geonoticias SGP abr 2019